Más acelerao me pongo, que diría El Fary Jr., y me sirve a mi para introducir la cuestión del estrés residual, una grave enfermedad que sufre de manera inconsciente gran parte de la población.
En el transcurso de la existencia cotidiana participamos en actividades necesarias, rutinarias y mecánicas, actividades que compartimos con otros ciudadanos de vidas parecidas a la nuestra; actividades como hacer cola en el súper, incorporarnos a una autovía, cruzar por un paso de cebra, pedir un café y una tostada en la barra de un bar o pasear por una calle estrecha llevando el carrito de tu hijo, con tu hijo sentado en él.
Son cosas de la vida que llevamos, pero también son momentos en los que se manifiesta el monstruo que llevamos dentro.
Cuando nos falta la educación de ceder el paso nos convertimos en brutos mecánicos, poseídos por la cultura del trepa, esclavos del engaño de nuestro estilo de vida.
Voy a intentar enseñarle a mi hijo que pisarle el cuello a tu compañero no es la forma de progresar en el trabajo; que adelantar al coche que va delante con una maniobra peligrosa no sirve para nada (ni siquiera para llegar antes); que saltarse el turno en una cola no te convierte en un ser superior.
Voy a intentar enseñarle a disculparse, a ser educado, a evitar los peligros y a defenderse de ellos.
La reforma del sistema educativo empieza en casa.
Demasiado profundo.
Pero constructivo.
La banda sonora de esta entrada ha sido: «Joy Division – These Days»
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